El año de la Eucaristia
Colleen M. Donohoe was born and raised just North of Boston, the youngest of 7 children. She is the proud “Auntie” to 17 nieces and nephews and 5 great nieces and nephews who bring tremendous joy to her life! For the past 25 years, Colleen has served in a variety of roles in the Archdiocese of Boston, primarily as a Catholic Educator. After spending many years as a theology teacher and campus minister, she currently serves as the Associate Superintendent of Catholic Identity and Respect Life Educator for the Archdiocese of Boston Catholic Schools. It is a great honor and blessing for Colleen to continue little Christina Dangond’s legacy to “Build the Faith” wherever and however God calls.
“La historia más grande de amor de todos los tiempos está contenida en una pequeña hostia”. Venerable Fulton J. Sheen
En la Arquidiócesis de Boston, estamos en medio del Año de la Eucaristía. Este año fue promulgado por el Cardenal Séan O’Malley, luego que un reporte Pew revelara que sólo un tercio de católicos en los EEUU creen que el pan y el vino usados en la Sagrada Comunión son, realmente, el Cuerpo, La Sangre y la Divinidad de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo. Esto significa que el 70% de Católicos en los EEUU creen que la Sagrada Comunión es simplemente un símbolo del Cuerpo y Sangre de Jesús.
La palabra Eucaristía significa literalmente acción de gracias. La transubstanciación es cuando el pan y el vino se convierten en el Cuerpo y Sangre de Jesús. A través del poder del Espíritu Santo, en cada misa, el Cielo se encuentra con la tierra, en el altar, en las manos consagradas de un sacerdote y ante toda la congregación! Me pregunto a mí misma, estoy en el 70% de los que no creen o en el 30% de los que verdaderamente creen? Mi respuesta inicial es, “Bueno, por supuesto, yo creo!!” pero mi fe hace que profundice más en mi corazón y me pregunte, “¿Reflejan mis pensamientos, palabras y acciones a una persona que está realmente en comunión con Jesús, el Señor del Cielo y de la tierra? ¿Estoy invitándolo a que penetre en los rincones más profundos de mi corazón, permitiendo que me transforme con su gracia, cada vez que acepto la sagrada comunión?”
Siendo una persona que practica la comunión diaria, me hago estas preguntas, pero no estoy orgullosa de reconocer que a veces me he presentado a la Sagrada Comunión de manera distraída y “siguiendo los movimientos”, no realmente como una persona orgullosa y agradecida por los dones otorgados por su Salvador. Y si soy honesta, seguro que hubo veces en que estaba indispuesta, debido a mis pecados, a recibir al Señor y Salvador en la eucaristía. Estas situaciones me obligan a examinar mi conciencia y también a considerar la magnitud del regalo que Dios nos ha dado…el Sacramento que literalmente nos une a Dios! ¿Como es posible que yo de por hecho semejante regalo? Tristemente, reconozco que a veces lo hago. Todos lo hacemos. Que el Señor tenga misericordia de nosotros.
Durante este Año de la Eucaristía, examinemos en nuestros corazones el inconcebible, inmenso y abrumador regalo, Quien nos espera cada vez que entramos a una iglesia católica. Nuestro Señor y Salvador, Jesucristo, está VIVO! Su corazón, plenamente presente en la más Sagrada Eucaristía, palpita de amor por tí y por mí! Oh, vengamos todos a adorarlo a El!
Cuando entramos a la iglesia, El humilde y silenciosamente espera que reconozcamos su presencia en el tabernáculo, en el altar de la Adoración Eucarística, o cuando nos presentamos a recibirlo a El en la Sagrada Comunión. ¿Estás realmente listo? ¿Cuando lo encuentras, salta tu corazón de regocijo, tal como lo hizo Juan Bautista en el vientre de su madre Isabel, cuando por primera vez estuvo cerca de Jesús, en el vientre de María?
Tratemos de poner a un lado las tantas distracciones que se entrometen en nuestras vidas diarias. Arroja a un lado las preocupaciones, miedos e incluso el mundanal ruido que a menudo llena el interior de nuestras iglesias. Rindamos, plena y completamente, nuestras mentes, corazones y nuestras vidas a nuestro Señor y Salvador en el Más Bendito Sacramento. Que El transforme nuestros corazones para que sean como su Más Sagrado Corazón, y que juntos encendamos este mundo herido, con el fuego de Su Amor!