Me levantaré

Aunque caiga, me levantaré. Aunque more en tinieblas, el Señor es mi luz. (Miqueas 7:8).
Como ya se aproxima el Otoño, el cual es sinónimo de la palabra “declive,” encuentro algo divertido en mi llamado este mes de escribir sobre “caídas”. Este tema ha estado en mi corazón a menudo, especialmente en los últimos meses. Lo que pasa es que como madre yo realmente paso trabajo al ver a mi hija caerse, o fallar en cualquier tarea. Quisiera ir delante de ella atenta a cada uno de sus pasos, removiendo todos los obstáculos y peligros que se le puedan atravesar en el camino. Tal vez parte de esta necesidad urgente viene del instinto maternal que Dios está formando en mí, pero parte también viene de la historia traumática de mi hija.
Por haber sido una niña de crianza temporal con padres no biológicos y rebotando de casa en casa, mi hija tiene golpes y moretones que no son visibles a los ojos humanos. Aparecen de manera sorpresiva…como un desmoronamiento luego de haber tenido el mejor día de todos, o rompiendo en trizas un juguete que ella había anhelado tener por mucho tiempo. Ella ha progresado mucho y estas crisis son cada vez más efímeras, pero aún así tiene caídas y debo dejar que así sea. Estoy orando por recibir la gracia de mejorar en mi habilidad de manejar estas situaciones.
Me hace pensar sobre mis propias caídas…he caído abruptamente ante lo que Dios me ha llamado a hacer…pienso en las veces en mi pasado en que me he aferrado a la oscuridad en vez de permitirme a mí misma arrepentirme y volverme hacia la Luz. Hubo incluso caídas en que sentí convertirme en una fuerza dirigida contra mi propio ser, achicándome por creerme inferior o creer mis propias mentiras sobre no ser digna de recibir perdón o amor. También hubo ocasiones en que no recurrí primero a El, sino que lo hice después que todos los intentos por resolver todo a mi manera habían fallado. También me he aferrado a hábitos que desarrollé para protegerme de ser herida, pero en realidad estos hábitos no sirvieron el propósito para el cual fueron diseñados. Aunque a veces he deseado, e inclusive he implorado, que Dios ponga fin a mis batallas, dificultades y caídas, he venido a percatarme ahora que no solamente estoy aprendiendo y creciendo a través de mis retos, pero también que en realidad no importa cuantas veces me caiga, porque Dios estará exactamente allí esperándome amorosamente para ayudar a levantarme.
Por eso ahora, con la ayuda de Dios, mi nueva resolución no es de evitar a toda costa que mi hija no tenga caídas, sino más bien estar disponible para, paciente y amorosamente, ayudarla a levantarse. Señor, ayúdame a recordar que debo buscarte a Tí primero cuando experimento o soy testigo de una caída, y a siempre seguir tu ejemplo amoroso de tenacidad y sanación. Amén!