La Pobreza es la Mayor Riqueza

Fr. Michael Harrington, a native of Swampscott, MA, is a Catholic Priest for the Archdiocese of Boston, and Currently the Pastor of St. Mary’s of the Annunciation Catholic Church in Cambridge. In the past he served as The Director of the Office of Cultural Diversity for the Archidiocese of Boston and is currently a Consecrated member of the Institute of Jesus the Priest (the Pauline Family).
En la Familia Paulina fundada por el Beato Santiago Alberione, existe un Instituto para matrimonios llamado Instituto Sagrada Familia. En este instituto, los matrimonios hacen votos de pobreza, castidad y obediencia. Cuando comparto esto con la gente, ellos quieren objetar: ¿Voto de pobreza? ¿Voto de castidad? ¿Voto de obediencia? Pensé que estos votos eran solo para monjas y sacerdotes.
Yo les respondo… ¡están equivocados!
¡Toda persona está llamada a vivir la castidad! ¡Toda persona está llamada a vivir una pobreza espiritual! ¡Toda persona está llamada a vivir una obediencia espiritual! Se llama ser cristiano. Aunque no tengo mucho espacio en este blog, si puedo decir algo brevemente sobre la pobreza.
Recientemente, durante una misa para unos miembros del Instituto de la Sagrada Familia, recibí los votos de una pareja que estaba entregando su vida a Cristo. Durante la homilía en la parte sobre la pobreza, les dije…
El voto de pobreza no es renunciar a los bienes materiales, sino ante todo reconocer mi necesidad de Dios. Soy débil y necesito a Dios. A veces he fallado y necesito su perdón. Implica mucha humildad. Sí, debo tener presente una llamada a cierta pobreza física, a una vida de sencillez. Debo seguir examinando mis posesiones y mi apego a las cosas de este mundo para asegurarme de que estoy viviendo esa pobreza; pero la lucha invisible por vivir una vida de pobreza de espíritu es igualmente desafiante, si no más. La pobreza me ayuda a renovar continuamente mi confianza en Dios, para que aprenda a confiar en El, en cada situación. La pobreza es muy liberadora espiritualmente: libera mi corazón de las posesiones, de la necesidad de poseer, del afán codicioso de cosas y del apego incluso a cosas interiores como mis opiniones y mi orgullo. La pobreza me ayuda a estar agradecido por las cosas más valiosas de la vida, que ciertamente no son las posesiones materiales, sino mi relación con Dios, los Sacramentos, mi cónyuge, mi familia, las personas en mi vida y mi llamado a difundir la “buena noticia” de Jesucristo. El Beato Santiago Alberione dijo: “La pobreza es la mayor riqueza”.
Entonces, ahí lo tienes… el voto de pobreza en 5 palabras: “La pobreza es la mayor riqueza”. He descubierto que esto es cierto porque vivir el voto y la virtud de la pobreza me permite enfocarme constantemente en Cristo Jesús como mi mayor tesoro, mi único tesoro, y dedicar todos mis esfuerzos a vivir mi llamado a crecer en unión con Cristo y a servir a su pueblo. El voto de pobreza me ayudará a esforzarme por despegarme continuamente de las cosas que compiten con Dios por mi tiempo y atención sin descuidar mis necesidades básicas para vivir la vida a la que Dios me llama.
Al vivir el voto de pobreza de espíritu, estamos viviendo nuestras vidas con las manos abiertas a Dios. Estamos diciendo que nuestras vidas le pertenecen a Él. Los votos, en su esencia, son como decirle a Dios: “Abro mis manos vacías para ti… Estoy listo para recibir todo lo que quieras darme”.
En nuestro mundo actual, se nos enseña que, si queremos algo, es mejor que lo agarremos rápidamente. Si queremos quedarnos con algo, mejor lo apretamos bien fuerte para que nadie nos lo quite. Debemos aferrarnos a las cosas para salvar nuestra vida. En resumen, se nos enseña que la “buena vida” se vive con la mano cerrada. Sin embargo, si vivimos así, siempre estaremos preocupados que las cosas se nos escapen de las manos y tememos constantemente que algo o alguien escape de nuestro control. Aferrarse fuerte es agotador, pero no podemos soltar, porque soltar significa renunciar al control que creemos tener y, pensar que tenemos el control, nos reconforta.
Aunque la sensación de control nos tranquiliza, en realidad nos está destruyendo. Aquí es donde los votos se vuelven contraculturales. Los votos nos enseñan a abrir nuestras manos, especialmente a Dios, pero también a nuestros hermanos y hermanas. Nos dicen, debemos dejar ir… y dejar a Dios.
Nuestros votos nos enseñarán que… solo Dios tiene el control, y tenemos una opción: o confiamos en Dios o no. Solo cuando entregamos el control y confiamos en Dios, podemos vivir la vida con las manos abiertas. Si realmente entendemos todo lo que hemos recibido de las manos abiertas de Dios Padre y Dios Hijo, nos veremos obligados a vivir nuestras vidas con las manos abiertas. Significará extender a otros la misericordia, la gracia y el perdón que nos han sido prodigados. Cuando vivimos con las manos abiertas, nos comprometemos con la posibilidad que la vida nos quite cosas de las manos que creíamos que debíamos conservar. Vivir con las manos abiertas también conlleva a la posibilidad que la vida deje caer algo en nuestras manos que pensamos que nunca podríamos sostener.
No olvidemos que nuestras manos abiertas se ofrecen a Dios. Él nos dará todo lo que necesitamos y cien veces más. Vivir con las manos abiertas la verdadera pobreza, nos permite dar y recibir.