Hay un propósito para todo
Hay un tiempo señalado para todo, y hay un tiempo para cada suceso bajo el cielo:
tiempo de nacer y tiempo de morir; tiempo de plantar y tiempo de arrancar lo plantado;
tiempo de matar y tiempo de curar; tiempo de derribar y tiempo de edificar;
tiempo de llorar y tiempo de reír; tiempo de lamentarse y tiempo de bailar;
tiempo de lanzar piedras y tiempo de recoger piedras; tiempo de abrazar y tiempo de rechazar el abrazo;
tiempo de buscar y tiempo de dar por perdido; tiempo de guardar y tiempo de desechar;
tiempo de rasgar y tiempo de coser; tiempo de callar y tiempo de hablar;
tiempo de amar y tiempo de odiar; tiempo de guerra y tiempo de paz.
Ecclesiastes 3:1-8
Como olas que acarician las playas y después retornan al vasto océano, nuestras vidas parecen ir y venir incesantemente de la oscuridad a la luz, de la tribulación al gozo, de la ansiedad a la paz. La sabiduría que adquirimos a través de los años es el resultado de nuestra adaptabilidad a esta armonía continua de tonos extremos, este desconcertante concierto de resplandor y sombras.
El 2020 ha sido ciertamente un año de retos fuertes para la humanidad. En el medio de tanto sufrimiento, se nos dan las opciones para tomar el camino corto o el largo. A veces la frustración nos sorprende abruptamente, dándonos pocas oportunidades para seleccionar la dirección de nuestros próximos pasos. Pero tenemos la opción de escoger como responder a estos momentos de tribulación e incertidumbre.
Jesus nos recuerda que el más importante mandamiento es amar a Dios; luego amar al prójimo como nos amamos a nosotros mismo. ¿Cuántas veces nos detenemos a pensar que tanto nos amamos a nosotros mismos?
¿Y…Cómo expresamos este auto-amor? Es que acaso confundimos nuestra necesidad y derechos de recibir respeto y dignidad, con la actitud egocéntrica de siempre escoger ser los primeros y recibir más que los demás? Para manifestar amor a nosotros mismos, necesitamos cuidar especialmente a nuestras mentes, espíritus y cuerpos, eliminando hábitos que nos corrompen, actuando responsablemente, y buscando abrirnos a Dios, para convertirnos en prismas que irradian su amor a sus hijos.
Esta pandemia que nos ha empujado a estar más aislados, nos ha hado una oportunidad para examinar nuestras motivaciones internas, nuestra identidad, lo que nos gusta o disgusta, y especialmente, nuestra apreciación por aquello que antes dábamos por hecho. Sí, ha sido un tiempo de sufrimiento y desesperanza, pero también un tiempo donde los mejores ángeles de nuestra naturaleza han salido a flote en la realidad del amor compartido, la compasión, la caridad y la fraternidad. Esto es lo que nos hace humanos ante los ojos de nuestro Creador. Hablamos el lenguaje de Dios, el lenguaje del amor, cuando abrimos nuestras puertas para que nuestras almas se conviertan en un receptáculo donde el Espíritu Santo pueda residir. Mientras más recibamos y compartamos su amor, menos temor albergaremos internamente. Sin temor, podemos abiertamente reir y llorar. Inclusive, el llorar lágrimas dulces le refleja a Dios nuestra vulnerabilidad como hijos suyos: El se conmueve con nuestros triunfos y derrotas y nos sigue de cerca para evitar que nos rindamos.
Cuando la pandemia sea una historia del pasado, el tiempo para abrazar sin restricciones volverá. Tenemos que tomar la decisión ahora de amar y ser amados, de eliminar el odio, temor y ansiedades, cuidar especialmente de nosotros mismos, nuestras familias y comunidades con un respeto profundo, y ser ejemplo con nuestros pensamientos y las acciones que deseamos que otros imiten.
Hagamos del 2021 el tiempo para sanar, el tiempo de la paz, el tiempo donde aprenderemos finalmente a amarnos a nosotros mismos y a nuestro entorno, y el tiempo para construir un mundo mejor para las nuevas generaciones. Oremos para que nuestro Dios de infinito amor continúe bendiciendo nuestras vidas con las virtudes del Espíritu Santo y nos ayude a mantener una fe fuerte en sus promesas.
Fernando Dangond, MD, was born in Colombia, South America. He and his wife, Monica, live in Weston, MA, and have been blessed with two sons Daniel and David and a beautiful daughter, Christina (the inspiration behind Build the Faith) who left to be with the Lord 5 years ago.
Dr. Dangond, is a neurologist and scientist who works for a pharmaceutical company developing medicines to treat devastating neurological diseases.