Escuchando a Dios en medio del ruido
Vivimos en una sociedad de mucho ruido, pero no solo de mucho ruido ambiental, si no también de mucho ruido espiritual. Si bien es cierto que el ruido del tránsito, del avión que vuela, de las construcciones en la calle, etc., llenan nuestros ambientes sociales, es tal vez el ruido espiritual el que más nos afecta todo. Es el ruido espiritual el que descontrola nuestra alma, nuestro espíritu, es el que no nos deja encontrar la paz interior, es el que no nos permite ver con ojos de amor y respeto a los demás. Aún más, es el ruido espiritual el que no nos permite escuchar o ver a Dios. Más bien, esto nos aleja de él.
El rencor, la indiferencia, el egoísmo, el miedo, y la vanidad, son solamente parte de una lista infinita de estos ruidos. La pregunta que tal vez muchos nos hacemos es, ¿Cómo podríamos nosotros combatir estos ruidos?”
Hace muchos años, cuando yo apenas tenia unos trece años de edad, recuerdo un hecho que marco mi vida para siempre. Visitando a mi abuelo, quien vivía en una zona rural de Republica Dominicana, donde no había electricidad y la señal de radio era muy difícil, mi tío quería escuchar una estación de radio que se dedicaba a transmitir la música típica del país. Su radio era de baterías, y la antena era un pedazo de alambre largo que era necesario levantar y ubicar hasta donde se pudiera obtener la señal de la estación. Yo levantaba el alambre y siguiendo las instrucciones de mi tío, me ubicaba en diferente lugares de la casa, para ver si podíamos recibir la señal de la estación. Aquello era todo un espectáculo, recuerdo las instrucciones de mi tío que me decía, “A la derecha. Un poco más allá. Levante el cable más alto. No se mueva!” Hasta que por fin, entraba la señal. Pero esta señal era muy débil y tenia mucho ruido de las estáticas radiales. Yo, con mi brazo levantado, no podía moverme por que si lo hacia, se perdía la señal. No quedaba mas que concentrarse en la voz del locutor o de la canción que estuviera sonando por que el ruido de estáticas eran mas fuerte que la música o la voz del locutor.
Un día, entre risas de felicidad por todo el espectáculo de lograr conectarnos, mi abuelo nos miro con alegría en sus ojos y nos dijo, “Mis hijos, así tenemos nosotros que aprender a buscar y escuchar a Dios. Entre el ruido él, nos esta hablando. Tenemos que ser pacientes y buscar un lugar en la casa, o tal vez en nuestros lugares de trabajo y por unos minutos levantar nuestras antenas de la oración y en el medio del ruido escucharlo solo a él, concentrarnos solo en él. Que los ruidos que nos apartan de él, no nos permitan dejar de verlo o escucharlo.”
Aquel día, aprendí que en medio de nuestros ruidos ambientales y espirituales, Dios nos esta hablando. Lo único que tenemos que hacer es buscarlo. A través de su palabra, concentrarnos en él; a través de la oración, comunicarnos con él; y veremos que esos ruidos que nos impiden escucharlo o verlo empezarán a desaparecer de nuestras vidas. La oración, la lectura y reflexión de la palabra de Dios, son las antenas de comunicación con él.
Ahora, cuando necesito escuchar la voz de Dios, pero el ruido interior y ambiental me lo quieren impedir, recuerdo que tengo que regresar a ser como ese niño que con la antena en mano y con el brazo levantado buscaba pacientemente conectarme a la onda radial. Y es así, que ahora busco un lugar en mi casa o en mi lugar de trabajo y, levanto mis brazos, y mi corazón, me quedo quieto, y pacientemente busco la señal de su voz para poder escucharle.
Born and raised in the Dominican Republic, Deacon Franklin came to know Christ as a child thanks to his grandfather, Nicasio Mejía. Nicasio introduced Franklin to the spiritual life and the doctrine of the Catholic faith. Because of this, Franklin was a very active member of the Salesian youth groups in his community from a very young age and, as he grew older, he received training to become a youth leader.
Upon arriving in the United States, Franklin worked for the Hispanic Youth Ministry in the Archdiocese of Boston organizing sports tournaments, youth leadership training programs, and an outreach ministry dedicated to visiting youth in prison. Deacon Franklin’s passion for evangelization led him to Catholic Television, where he was the host and producer of “Good News.” His desire to evangelize through the media was inspired by Pope John Paul II, who encouraged the Church to use all media to present Christ to others.
Ordained in 2014, Deacon Franklin was assigned to Sacred Hearts Parish in Malden and he continues his work at the Catholic Television Network, Boston in charge of the production of The Holy Mass.
He has been happily married to his wife, Wendy, for 18 years and they are the proud parents of Gabriel Andres, 17 and Isabella María, 13.