Amor Maternal
Siete años atrás, cuando estaba metida de lleno en mi rol de madre, alguien me dijo “te mereces, como madre, una B+.” Aunque la B+ es una buena calificación, yo intentaba tanto ser una buena madre, que sentí decepción por no recibir una calificación de A+.
A medida que fue pasando el ardor por la sorpresa de haber recibido esa calificación, empecé a darme cuenta que como madres, aunque tengamos las mejores intenciones, algunas veces fallamos. Ninguna madre es perfecta. La buena noticia es que realmente a través de nuestras caídas empezamos a experimentar nuestra verdadera humanidad, aprendemos a amar y a aceptarnos a nosotros mismos -con todo y fallas- y al final, nos convertimos en versiones mejores de nosotros mismos.
Afortunadamente, nuestros hijos son más resilientes de lo que creemos. Inclusive cuando les fallamos, ellos se recuperan. A través de nuestros errores, nuestros hijos aprenden a perdonar, a aceptar mas a los demás, y terminar mas fuertes y amorosos en el proceso. Por esto, es importante recordar que no nos debemos autojuzgar en el rol de madres, y sí enfocarnos en cómo amamos.
El amor maternal corre muy profundo. Solo necesitamos mirar a nuestra madre María, para encontrar un buen ejemplo. Cuando el ángel Gabriel se apareció ante María y le dijo que iba a ser una madre, María le dijo: “Que se haga en mí según tu voluntad.” Aunque María estaba indudablemente preocupada por estar embarazada sin estar casada, el “sí” de María proclamó que ella estaba dispuesta a tomar su rol maternal a pesar de los retos que tendría que enfrentar. Decidió que estaba dispuesta a amar como solo una madre puede hacerlo.
Siempre me ha maravillado el “sí” de María. Cómo venció María a la ansiedad que la estaba aprisionando? La respuesta es muy simple: a pesar de sus dudas, María tuvo confianza en Dios y supo que a pesar de las incertidumbres del futuro para ella y su hijo, tenía la certeza de que iban a estar bien; supo que Dios estaría con ella para guiarla por el camino. Esto es un importante recordatorio para todos nosotros, para poder lidiar con nuestras propias inseguridades y ansiedades.
El hecho de que María tenía confianza en Dios, no significa que no se preocupara. No hay una madre en el planeta que no se preocupe por sus hijos en algún momento. María no es una excepción. Cuando Jesús tenia 12 años, María y José lo llevaron a celebrar la fiesta de Pascuas. Al acabar la fiesta ellos regresaron, pero Jesús se quedó en el templo. Tres días después, cuando María y José finalmente lo encontraron, María le preguntó a Jesús: “Hijo, por qué nos has hecho esto? Tu padre y yo te hemos estado buscando con mucha ansiedad” (Lucas, 2: 48).
Esto nos muestra que María experimentó lo que nosotras hemos experimentado como madres. Ella entiende nuestros temores. Cuando nos sentimos ansiosas, podemos buscar la guía que nos regala Maria. Solo necesitamos rezar por su intercesión.
Oración del Memorare:
Acordaos, oh piadosísima Virgen María,
que jamás se ha oído decir
que ninguno de los que han acudido a vuestra protección, implorando tu auxilio, haya sido desamparado.
Animado por esta confianza,
a Vos acudo, Madre, Virgen de la vírgenes,
y gimiendo bajo el peso de mis pecados
me atrevo a comparecer ante Vos.
Madre de Dios, no desechéis mis súplicas,
antes bien, escuchadlas y acogedlas benignamente. Amén.
Feliz día de las Madres, a todas las mamás que continúan dando lo mejor de ellas a sus hijos, a pesar de las difíciles circunstancias que estamos enfrentando.
Deb Egan grew up in a Catholic family. Throughout her adult life, she has participated as a church volunteer in many capacities, including teaching Religious Education, being a Eucharistic Minister and Lector, Ministering to the elderly and homebound, and Facilitating Small Faith Groups. She has been trained by Evangelical Catholic and became a member of the Build the Faith Team in April of 2017.